"Oasis en medio de un panorama desolador, cuando las bibliotecas se
necesitan y se visitan más que nunca"
“No hay ninguna institución que te dé tanto calor...
... movimientos sociales —como el 15-M— han empezado
también a recolectar libros como una de sus principales actividades."
LAS BIBLIOTECAS NO PIERDEN COMBA SOCIAL
Las bibliotecas no se libran del calvario de la crisis: las
56 del Ministerio de Cultura tienen cero euros para comprar
libros con un 60% menos de presupuesto; los horarios de muchas se han
acortado, con gran perjuicio en las universitarias; el 40% de las
escolares no tienen Internet o han cerrado algunas de pueblos. Pero
como leer es un derecho y para muchos la manifestación más
universal de libertad, la ciudadanía no está dispuesta a dejarlas
caer. Se han convertido, gracias al voluntariado y la labor de unos
bibliotecarios vocacionales, no solo en un centro de lectura, sino un
lugar donde buscar trabajo, hacer los deberes con ayuda o aprender
inglés. Allí donde faltan bibliotecas las abren los vecinos o los
padres llenan las estanterías vacías en la de la escuela de sus
hijos de nueva construcción y sin dotación. Mientras que partidos
políticos y movimientos sociales —como el 15-M— han empezado
también a recolectar libros como una de sus principales actividades.
“La biblioteca tiene que estar activa. No puede servir solo para
estudiar. Tiene que transformarse constantemente, no perder la comba
social”. Sobre esta idea gira todo el proyecto bibliotecario de
Carlos García-Romeral, hasta hace unas semanas al frente de las
bibliotecas públicas de la Comunidad de Madrid y ahora con un
proyecto más pequeño pero igual de ilusionante en sus manos: la
biblioteca
del obrero y combativo distrito de Vallecas.
Estos centros públicos se han convertido en un lugar de búsqueda
de empleo y de incentivo del emprendimiento. “No hay que olvidar
que nacieron con la sociedad industrializada para equilibrar las
diferencias entre clases sociales y hoy para romper la brecha
digital”, razona García-Romeral. Hay que ir mutando. En 2005 en
Madrid empezaron a impartir clases de español y de lectura fácil y
hoy se familiariza a los usuarios con las nuevas tecnologías. Muchos
no disponen de ordenador o Internet y allí renuevan la prestación
del desempleo de forma telemática, aprenden a hacer su currículum o
a manejarse en inglés.
“En realidad siempre nos hemos preocupado por el empleo.
Colgábamos en el corcho los boletines con las convocatorias de
becas, oposiciones... Y luego se empezó a completar con información
de talleres...”, recuerda García-Romeral. “Ahora estamos en la
sociedad de las nuevas tecnologías y hay que hacer algo nuevo”.
“No hay ninguna institución que te dé el calor y la proximidad
de una biblioteca. No sé cómo será el futuro. La gente se
descargará desde casa los libros, pero seguirá habiendo una
necesidad de encontrarse, de escuchar historias, y las bibliotecas
son el escenario ideal”, piensa optimista Blanca
Calvo, directora de la Biblioteca
Pública de Guadalajara. “De encontrarse en los estantes de
astronomía y ponerse a charlar surgió una asociación, y lo mismo
ocurrió con los cómics. O un señor de un club de lectura murió de
cáncer y sus compañeros no le dejaron solo en sus últimos días”.
El cobijo de un papá Estado lastrado por la crisis es cada vez
menor y son muchos los vecinos convencidos de que “no queda otra”
que la autogestión. Durante años, las Administraciones invirtieron
en equipamientos sociales que ahora a duras penas pueden mantener y
proponer un proyecto nuevo da casi risa. Por eso cada vez más
ciudadanos se involucran de forma voluntaria en tareas que hasta
ahora cubrían los servicios públicos.
La Federación de Gremios de Editores de España calcula que el
30,1% de la población ha acudido en 2012 a estos servicios de
biblioteca, dos puntos porcentuales más que en 2011. El 87,9% de los
entrevistados que acudieron a una biblioteca lo hicieron a una
pública, el 16,1% a una universitaria, y solo el 3,7% a una escolar.
Los recortes preocupan a sus profesionales. María Teresa Sans,
bibliotecaria en un pueblo de Castilla-La Mancha, alertaba
en una carta en EL PAÍS: “Resulta demoledoramente triste
comprobar cómo el trabajo y la ilusión de tantas personas pueden
desmoronarse después de más de 20 años en los que se ha ido
creando, en esta comunidad eminentemente rural, una red de
bibliotecas profesionalizada frente a bajos índices de lectura,
envejecimiento poblacional, dispersión geográfica o desidia
cultural”.
Luis Cotarelo no entiende cómo actúa de portavoz de la
biblioteca
Las Palomas, ocupada por los vecinos del barrio del Zaidín
(Granada) porque la mayoría son mujeres. “Abuelas que lucharon con
éxito porque la reabrieran dos veces hace 30 años, sus hijas que
disfrutaron de la biblioteca y sus nietas”, cuenta. En la primavera
de 2011, el Ayuntamiento decidió cerrarla argumentando que el barrio
tenía una nueva biblioteca. “Es verdad, con los fondos de ZP y
para universitarios, pero la nuestra está en un sitio deprimido y
las señoras mayores y los chicos sin recursos, que consideran suya
Las Palomas, no se van a desplazar tres kilómetros para ir a la
otra. Por eso cundió tanta indignación y nos movilizamos”. Sin
aviso se clausuró y el recuerdo es “traumático” por la
actuación de los antidisturbios locales cuando una sentada de
vecinos intento impedir que se llevaran los libros a un almacén. “El
dinero que se ahorren lo pueden invertir en la restauración de ese
monumento a la Falange que no les da la gana retirar, quizás por sus
valores estéticos”, se indignó Antonio Muñoz Molina en su blog.
Protestaron durante 15 meses y su reunión con el Ayuntamiento
fracasó, así que se convirtieron en okupas en diciembre tras
recoger 10.000 libros. El consistorio va a devolver a la Junta de
Andalucía el edificio y en ello se escuda para no dar su versión.
El Gobierno autónómico, que reconoce la necesidad de dos
bibliotecas en el Zaidín, con 44.000 vecinos, dice: “No tenemos
ningún interés en que se devuelva un edificio vacío. Hoy sigue
siendo necesario”. Y baraja “la posibilidad de contar con la
colaboración de otras entidades e instituciones dispuestas a apoyar
esta iniciativa ciudadana”.
Las Palomas funciona gracias al tesón de 50 voluntarios fijos y
un centenar eventual. “Pero no queremos resolver la papeleta a
nadie. Queremos que se haga cargo la Administración”, advierte
Cotarelo. Este reemplazo de los funcionarios por voluntarios preocupa
mucho a Clavo que se felicita de que “en Guadalajara han entendido
que la biblioteca está para las vacas gordas y para las flacas”.
Este año no cuentan con presupuesto para libros —en 2007 disponían
de 150.000 euros— y son los propios vecinos los que están
sufragando la compra de nuevos fondos. Los mismos que gestionan un
taller de deberes para 120 niños, actúan de cuentacuentos o montan
un curso de cine para 100 personas.
El proyecto de las naves de Can
Batlló lleva fraguándose
a fuego lento desde hace 30 años en La Bordeta, un barrio
barcelonés de industrias textiles en reconversión. La Biblioteca
Popular Josep Pons, gestionada por sus reivindicativos vecinos, se
inauguró en septiembre con 12.000 libros, un bar y un pequeño
auditorio. “Muchas son donaciones particulares, pero también
heredamos de un señor sus 1.000 volúmenes y de una parroquia
2.000”, cuentan al unísono Josep Rius y Anna Barnés, dos de los
30 voluntarios que se turnan para gestionar el centro. El
Ayuntamiento de Barcelona paga la luz y el agua. “Nos organizamos
para la limpieza, la catalogación, la recepción, los préstamos…
Somos libres. Cuando el Estado y los bancos te dan de lado, no queda
otra que tomar las riendas”. La Josep Pons se ha convertido a
través de la Red en un referente para otras bibliotecas sociales más
pequeñas de Barcelona. “Muchos ateneos literarios tienen
tradicionalmente sus pequeñas bibliotecas, pues entienden que la
lucha no tiene que ser solo cultural, también social”.
Can Batlló funciona de forma autónoma, pero en diez de las
bibliotecas públicas de Barcelona —dos más que hace un año—
los usuarios aprenden a elaborar su currículum vitae, a enfrentarse
a una entrevista, a manejar el ratón o a tratar imágenes digitales.
“Es más fácil ir a una biblioteca a buscar trabajo que a una
oficina de empleo porque no está estigmatizado. Pero no somos una
oficina de empleo, ni somos consejeros laborales, somos proveedores
de información y de recursos útiles para la búsqueda. Tener buena
información es crucial para tomar decisiones sobre tu vida”,
expuso hace poco en este diario el
estadounidense Kerwin Pilgrim.
Este bibliotecario estableció en la Biblioteca
Pública de Brooklyn (Nueva York) un programa para atraer a
jóvenes, durante el ocioso verano, a la biblioteca con el anzuelo de
las nuevas tecnologías. Visto el éxito, Pilgrim ha puesto en marcha
un programa PowerUp! del que se han beneficiado 3.000
personas. Los usuarios son puestos en contacto con los servicios de
empleo, asisten a charlas y reciben formación. Más de una treintena
de empresas se ha formado tras estos encuentros. Él apuesta por el
trato personalizado y está convencido de que las bibliotecas “ayudan
a construir personas”.
Hace tres años los 12.000 vecinos de Playa
Blanca, una pedanía de Yaiza (Lanzarote) que no para de crecer,
fueron invitados a explicar en un foro de Internet qué echaban de
menos. Y muchos subrayaron lo mismo: una biblioteca. “Siempre las
he visitado. Incluso en vacaciones. Allí me leía los tintines
o los astérix y me gustaría que mi hija tenga dónde
reunirse con sus amigos. Que no todo sea la playa o un bar”, razona
Javier Caídas, un asturiano que reside en la isla desde hace 17
años. Así que, junto a cuatro vecinos, se propuso almacenar libros,
el primer paso para que su anhelo tomase forma. Marcaron varios
puntos de recogida de ejemplares por toda la isla, organizaron cinco
festivales, promocionaron su proyecto donde les dejaron hablar y, oh
sorpresa, coincidiendo con las elecciones todos los partidos de Yaiza
decidieron llevar la biblioteca en su programa electoral.
El empeño de estos vecinos no ha sido en balde y 750 socios
disfrutan hoy de los 4.500
volúmenes de la biblioteca Playa Blanca, instalada en un antiguo
colegio. Ya ha cumplido su primer año abierta y lo han celebrado con
un concurso literario. “Hemos empezado a regalar a otros centros
porque no tenemos librerías suficientes para tanto libro”, cuenta
Caídas. Algunos llegaron de la península, de editoriales o incluso
de escritores solidarios como Arturo Pérez-Reverte y Alberto
Vázquez- Figueroa. “Somos un equipo de gobierno nuevo y siempre
tuvimos claro que era una necesidad para los vecinos. Hay todo lo
necesario y, aunque nos gustaría más, hay que adaptarse a estos
tiempos”, explica el concejal Francisco Guzmán.
Oasis en medio de un panorama desolador, cuando las bibliotecas se
necesitan y se visitan más que nunca.
(Fuente: El País, 10-06-2013)
ENLACE RELACIONADO:
OCUPACIÓN VECINAL DE UNA BIBLIOTECA (El Zaidín, Granada)
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